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Tema: selección y lectura de ensayo 1
Subtema: Visión de Anáhuac
Objetivo: comprender el texto de Alfonso Reyes
Act. 1. Visión de Anáhuac.
I
En la era de los descubrimientos, aparecen libros llenos de noticias extraordinarias y amenas narraciones geográficas. La historia, obligada a descubrir nuevos mundos, se desborda del cauce clásico, y entonces el hecho político cede el puesto a los discursos etnográficos y a la pintura de civilizaciones. Los historiadores del siglo XVI fijan el carácter de las tierras recién halladas, tal como éste aparecía a los ojos de Europa: acentuado por la sorpresa, exagerado a veces. El diligente Giovanni Battista Ramusio publica su peregrina recopilación Delle Navigationi et Viaggi en Venecia en el año de 1550. Consta la obra de tres volúmenes in-folio, que luego fueron reimpresos aisladamente, y está ilustrada con profusión y encanto. De su utilidad no puede dudarse: los cronistas de Indias del Seiscientos (Solís al menos) leyeron todavía alguna carta de Cortés en las traducciones italianas que ella contiene.
II
Dos lagunas ocupan casi todo el valle: la una salada, la otra dulce. Sus aguas se mezclan con ritmos de marca, en el estrecho formado por las sierras circundantes y un espinazo de montañas que parte del centro. En mitad de la laguna salada se asienta la metrópoli, como una inmensa flor de piedra, comunicada a tierra firme por cuatro puertas y tres calzadas, anchas de dos lanzas jinetas. En cada una de las cuatro puertas, un ministro grava las mercancías. Agrúpanse los edificios en masas cúbicas; la piedra está llena de labores, de grecas. Las casas de los señores tienen vergeles en los pisos altos y bajos, y un terrado por donde pudieran correr cañas hasta treinta hombres a caballo. Las calles resultan cortadas, a trechos, por canales. Sobre los canales saltan unos puentes, unas vigas de madera labrada capaces de diez caballeros. Bajo los puentes se deslizan las piraguas llenas de fruta. El pueblo va y viene por la orilla de los canales, comprando el agua dulce que ha de beber: pasan de unos brazos a otros las rojas vasijas. Vagan por los lugares públicos personas trabajadoras y maestros de oficio, esperando quien los alquile por sus jornales. Las conversaciones se animan sin gritería: finos oídos tiene la raza, y, a veces, se habla en secreto. Óyense unos dulces chasquidos; fluyen las vocales, y las consonantes tienden a licuarse. La charla es una canturía gustosa. Esas xés, esas tlés, esas chés que tanto nos alarman escritas, escurren de los labios del indio con una suavidad de aguamiel.
III
Si en todas las manifestaciones de la vida indígena la naturaleza desempeñó función tan importante como la que revelan los relatos del conquistador; si las flores de los jardines eran el adorno de los dioses y de los hombres, al par que motivo sutilizado de las artes plásticas y jeroglíficas, tampoco podían faltar en la poesía.
La era histórica en que llegan los conquistadores a México procedía precisamente de la lluvia de flores que cayó sobre las cabezas de los hombres al finalizar el cuarto sol cosmogónico. La tierra se vengaba de sus escaseces anteriores, y los hombres agitaban las banderas de júbilo. En los dibujos del Códice Vaticano, se la representa por una figura triangular adornada con torzales de plantas; la diosa de los amores lícitos, colgada de un festón vegetal, baja hacia la tierra, mientras las semillas revientan en lo alto, dejando caer hojas y flores.
IV
Cualquiera que sea la doctrina histórica que se profese (y no soy de los que sueñan en perpetuaciones absurdas de la tradición indígena, y ni siquiera fío demasiado en perpetuaciones de la española), nos une con la raza de ayer, sin hablar de sangres, la comunidad del esfuerzo por domeñar nuestra naturaleza brava y fragosa; esfuerzo que es la base bruta de la historia. Nos une también la comunidad, mucho más profunda, de la emoción cotidiana ante el mismo objeto natural.
El choque de la sensibilidad con el mismo mundo labra, engendra un alma común. Pero cuando no se aceptara lo uno ni lo otro —ni la obra de la acción común, ni la obra de la contemplación común—, convéngase en que la emoción histórica es parte de la vida actual, y, sin su fulgor, nuestros valles y nuestras montañas serían como un teatro sin luz. El poeta ve, al reverberar de la luna en la nieve de los volcanes, recortarse sobre el cielo el espectro de Doña Marina, acosada por la sombra del Flechador de Estrellas; o sueña con el hacha de cobre en cuyo filo descansa el cielo; o piensa que escucha, en el descampado, el llanto funesto de los mellizos que la diosa vestida de blanco lleva a las espaldas: no le neguemos la evocación, no desperdiciemos la leyenda. Si esa tradición nos fuere ajena, está como quiera en nuestras manos, y sólo nosotros disponemos de ella. No renunciaremos —oh Keats— a ningún objeto de belleza, engendrador de eternos goces.
Responda a la siguiente pregunta:
a) ¿De qué trata Visión de Anáhuac?
Act. 2. Contexto
Nació en Monterrey, Nuevo León, el 17 de mayo de 1889. En 1913, obtuvo el título de abogado en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, de la Universidad Nacional de México.
Considerado uno de los escritores e intelectuales más destacados de la primera mitad del siglo XX. Cultivó casi todos los géneros literarios: la poesía, el cuento, la crítica, el ensayo y el teatro; así como la filosofía. Fundó el Ateneo de la Juventud, junto con Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso y José Vasconcelos, entre otros. Desempeñó diversos cargos en el servicio diplomático mexicano y fue varias veces candidato al Premio Nobel de Literatura.
Ocupó el cargo de secretario de la Escuela Nacional de Altos Estudios, antecedente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (1912-1913), allí fundó la cátedra de Historia de la Lengua y Literatura Españolas. Después de la muerte de su padre, durante la Decena Trágica, viajó a París, en agosto de 1913, para desempeñarse como segundo secretario de la Legación de México en Francia. En 1914, se trasladó a España, donde vivió como exiliado, tras el cese del cuerpo diplomático de Victoriano Huerta, dispuesto por Venustiano Carranza al triunfo del movimiento constitucionalista en México. En España, desde finales de 1914, se consagró al periodismo, a la literatura y, durante cinco años, trabajó en la sección de Filología del Centro de Estudios Históricos de Madrid, dirigido por Ramón Menédez Pidal. En esos años se relacionó con el medio literario español. Fue colaborador de planta de la Revista de Filología Española y, al fundarse el diario El Sol, de Madrid, figuró entre los redactores escogidos por José Ortega y Gasset. También colaboró en el Boletín de la Real Academia Española y en la Revue Hispanique, de Francia.
Entre 1919 y 1920, fungió como secretario de la Comisión Mexicana “Francisco del Paso y Troncoso”, destinada a investigaciones históricas en los archivos de Europa. Fue nombrado segundo secretario (junio de 1920) y primer secretario (enero 1921) de la Legación de México en España; encargado de Negocios ad interim de México en dicho país y delegado (con cargo honorario) de la Universidad Nacional de México en el Congreso Internacional de Sociología en Turín (1921). Se desempeñó como ministro plenipotenciario en misión confidencial para entrevistarse con el rey Alfonso XIII (1924) y, al término de su misión, viajó a Francia como ministro plenipotenciario, donde permaneció hasta 1927. Fue embajador de México en Argentina (1927 y 1936) y Brasil (1930). Regresó a México como presidente de La Casa de España en México (1939) y, posteriormente, fue presidente de El Colegio de México.
Entre su vasta obra destacan los libros Cuestiones estéticas (1911), Visión de Anáhuac (1917), Simpatías y diferencias (1921), Huellas (1922), Ifigenia cruel (1924), Pausa (1926), Cuestiones gongorinas (1927), Mallarmé entre nosotros (1938), La crítica en la edad ateniense (1941), La experiencia literaria y Última Tule (1942), El deslinde (1944), Norte y sur y Tres puntos de exegética literaria (1945), Los trabajos y los días (1946), Junta de sombras (1949), Cartilla moral, Marginalia y La x en la frente (1952), Memorias de cocina y bodega (1953) y Parentalia (1954), entre muchos otros. Tradujo obras de Laurence Sterne, Gilbert Keith Chesterton, Robert L. Stevenson y Antón Chéjov, por mencionar algunas. El Fondo de Cultura Económica ha publicado sus Obras completas en veintiséis tomos.
Recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1945, en el área de Lingüística y Literatura. Fue miembro correspondiente (1918) y de número (1940) de la Academia Mexicana de la Lengua, de la que también fue presidente (1957-1959); miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM (1945-1948) y de la American Philosophical Society. Recibió el doctorado honoris causa por las universidades de California en Berkeley, Tulane, Harvard, Princeton, Yale, Pensilvania, en EUA; la UNAM y La Sorbona, de París, entre otras.
Alfonso Reyes Ochoa fue miembro fundador de El Colegio Nacional desde el 15 de mayo de 1943.
Falleció en la Ciudad de México el 27 de diciembre de 1959.
Responda a las siguientes preguntas:
a) ¿Dónde nació Alfonso Reyes Ochoa y cuál fue su formación académica?
b) ¿Qué roles desempeñó Alfonso Reyes Ochoa en el ámbito diplomático y literario durante su estancia en España?
c) ¿Cuáles son algunas de las obras más destacadas de Alfonso Reyes Ochoa y qué reconocimientos académicos recibió a lo largo de su vida?
Act. 3. Conceptos clave.
a) Anáhuac:
b) Sincretismo cultural:
c) Colonización:
d) Identidad mexicana: